jueves, 20 de julio de 2017

Nadie debería perder la vida intentando ganársela

Hablemos claro y llamemos a las cosas por su nombre: Este terrorismo patronal es producto de la connivencia del Poder Legislativo y de las Inspecciones de Trabajo, que no actúan para impedir que estas acciones criminales se sigan produciendo.
 
En los últimos días estamos asistiendo a una oleada de muertes de la clase trabajadora. Los "medios" de comunicación se han hecho eco, en gran medida gracias al debate abierto sobre el asunto en las redes sociales, del aumento de víctimas mortales en "accidentes laborales".
 
La Confederación General del Trabajo (CGT) cree que esta realidad, que muchos y muchas niegan, esconden, justifican y se resisten a llamar "terrorismo", es tan corriente y está tan normalizada que nuestra sociedad se ha acostumbrado y ya no se escandaliza si es un obrero el que cae de un andamio y pierde la vida.
 
La inseguridad jurídica en cuanto al contrato incrementa exponencialmente la vulnerabilidad de la persona trabajadora. Pero todo es parte de una cadena perversa: primero se crea inseguridad jurídica en el contrato de trabajo. Luego el trabajador o trabajadora precaria prefiere trabajar por un mísero salario que le permita sobrevivir. Por último, antepone el hecho de trabajar en cualquier condición a su seguridad y a su salud.
 
El empresariado ya no solamente no cumple "la ley", sino que se siente absolutamente impune a su accionar de manera criminal al exigir al empleado o empleada cualquier trabajo, en cualquier circunstancia puesto que lo más importante es el rendimiento, la productividad y el beneficio. La vida humana es, simplemente, un accidente.
 
Quienes mueren por golpes de calor, caídas, incendios, atropellos, etc. son una consecuencia "no deseable" de lo "importante" que es crear valor para el capital. Por eso da lo mismo las temperaturas extremas, los convenios colectivos, las regulaciones laborales o los derechos fundamentales porque lo más importante es que el espectáculo continúe, como pasó hace pocos días con la muerte del equilibrista Pedro Aunión en Madrid.

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