jueves, 20 de febrero de 2020

Un drama silenciado (y brutal)

Según el SEPE (Servicio Público de Empleo), el 70 % de los parados que llevan más de cuatro años buscando empleo son mayores de 50 años. Y según la EPA, un millón de parados, sí, un millón, tiene más de 50 años. La fundación Adecco además señala que se descartan automáticamente el 85 % de los currículums vitae de los mayores de 55 años, y que al mismo tiempo el 83 % de los responsables de recursos humanos confiesan no haber seleccionado a nadie mayor de 50 años en el último año. Tal vez por todo ello el paro de larga duración se ha duplicado en los últimos ocho años.
  
Podríamos seguir con las frías cifras, pero lo cierto es que ninguna cifra hace honor a la brutal realidad de los parados mayores de 45 años, mayores de 50, que saben que en la práctica totalidad de las ocasiones están condenados a no volver a trabajar, están condenados a la miseria y la exclusión laboral y social. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Pues para comprender la misma, para entender este drama silenciado que afecta a muchas de las personas, amigos incluidos, de nuestro alrededor, hay que mirar desde diferentes prismas.
  
En primer lugar hay que hablar del abaratamiento del despido que han supuesto las reformas laborales del 2010 (PSOE) y del 2012 (PP). La reforma laboral del 2010 introdujo la reducción de la indemnización de sólo 20 días por año trabajado para aquellas empresas no sólo que tuviesen pérdidas, sino que tuviesen previsto tenerlas. Y la reforma del 2012 rebajó la indemnización por despido improcedente de 45 a 33 días por año trabajado y sobre todo fijó un máximo de 24 mensualidades en lugar de las 42 que existían hasta entonces. Al mismo tiempo, se ampliaron las causas de despido objetivo. Las consecuencias de esto, no hace falta ser un lince para entenderlas, han sido el despido masivo de los trabajadores más antiguos (y por lo tanto con mejores salarios) y su sustitución por trabajadores jóvenes, precarios y con salarios bajos y menguantes. Un negocio redondo para la CEOE y la élite empresarial hispana.
  
En segundo lugar, tenemos que hablar de la total falta de legislación que apoye la contratación de mayores de 50 años o penalice su despido. No ha habido voluntad política de solucionar un problema que la propia élite política ha provocado.
  
Y en tercer lugar hay que señalar la falta de penalización social de esta situación. Nadie se ha planteado penalizar a las empresas que despiden sistemáticamente a mayores de 50 años o se niegan a contratar a estos parados. Nadie se ha planteado dejar de consumir sus productos. Y tal vez ello ha sido posible por el silencio cómplice de los medios, o por la difusión por todos los poros de la sociedad de la ideología neoliberal y de consiguiente idea de que uno es culpable de su destino.
  
En este último sentido, tenemos que recordar que si una salida natural de aquellos que perdían su empleo a cierta edad era, con la indemnización suficiente que percibían, montarse un pequeño negocio, tienda o franquicia para poder tirar adelante al menos hasta la jubilación, hoy eso no es posible. Y no lo es por un lado porque la venta on-line y por internet ha arruinado y está arruinando el comercio local y la posibilidad de auto-empleo en ese sector, y por otro porque las indemnizaciones no dan para nada ya.
  
Por todo ello, toca afrontar esta situación, este drama silenciado y brutal. Y toca reformar la legislación y penalizar social, legislativa y fiscalmente a aquellas empresas que contribuyan a este drama, o por activa o por pasiva. No hay más.
Diario 16

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