Seguimos en caída libre de derechos: aumenta el empleo, eso sí, precario y cada vez peor pagado.
Al 30 de septiembre 2017, la población ocupada se situó por encima de los 19 millones de personas, con un incremento de 463.500 personas ocupadas más en el último año en el sector privado y, tan solo 58.200 personas en el sector público.
El largo "verano" y las temperaturas extremas, como consecuencia del cambio climático, supone que el Sector Servicios y especialmente la Hostelería, repunte en el último trimestre en 236.400 personas más ocupadas. En el lado contrario y debido al cambio climático, la Agricultura pierde 55.500 personas ocupadas.
El paro baja en este trimestre en 182.600 personas, situándose a 30 de septiembre en 3,7 millones de personas paradas, es decir: el 16,38% de la Población Activa, la cual ha descendido en el último año en 67.400 personas.
El empleo que se genera es de baja cualificación, siendo absorbido precisamente por el sector Servicios y en especial la Hostelería, la cual se ha convertido en el "nuevo nicho de empleo" o quizás, casi en el único nicho que muestre un cierto dinamismo en la movilidad de la fuerza de trabajo.
La apuesta política suicida del anterior ciclo económico, el ladrillo y la financiación especulativa, conllevó el desastre de la Construcción y el endeudamiento de la mayor parte de las corporaciones locales, así como el rescate bancario de todas las "Cajas de Ahorros públicas". Más de 1,5 millones de trabajadores (empleo masculino casi absoluto) poco o nada cualificados, salieron a las filas del desempleo.
La apuesta política no varió su grado de "suicidio" en cuanto al modelo productivo y el modelo económico de crecimiento: economía de servicios (hostelería, comercio y turismo) basada en los mismos parámetros especulativos y financieros, a la vez que depredadora de grandes cantidades de recursos (agua, energía fósil…) y destructiva del territorio, tanto urbano como costero. Este modelo sirve de recambio de los millones de empleos poco o nada cualificados que se desplazaron de la Construcción a la Hostelería fundamentalmente.
En el 2006 la Construcción generaba empleo en un año para 2,2 millones, en el 2017 solamente genera 963.399 empleos. En cambio, la Hostelería -ella sola- genera 3,2 millones de empleos en el 2017, cuando en el 2006 los empleos que generaba anualmente fueron de 1,2 millones.
La apuesta política suicida, de antes y ahora, configura un modelo de producción y distribución insostenible medioambientalmente, precario y de muy baja cualificación, además de generador de desigualdad y descohesión social: a 30 de septiembre 2017, la Agricultura ocupa solamente a 777.800 personas; la Industria a 2.670.700; la Construcción a 1.154.600 personas y el sector Servicios a 14.446.900 personas, es decir el 50% de todas las personas ocupadas actualmente (19,04 millones de personas).
El tipo de empleo sigue el mismo patrón: empleo precario, poco cualificado y/o empleando personas con títulos universitarios pero para empleos descualificados, por una parte. Por otra, el empleo que se crea es temporal, con tasas del 42,8% en la Hostelería y del 41,6% en la Construcción, donde la durabilidad de los contratos ha disminuido hasta menos de los 43 días.
Las condiciones salariales de estos millones de personas "empleadas", se encuentran muy por debajo del salario medio hora general, que se sitúa en los 14,8 euros y se pagan a 13,2 euros hora en la Construcción y a 9,4 euros hora en Hostelería (las camareras de hotel, no cuentan porque se les ha sacado, a ellas y otros trabajadores y trabajadoras, fuera de los convenios de Hostelería, y los precios hora varían de los 1,1 euros hora a los 4 euros).
Seguimos en caída libre hacia el "abismo" y las clases asalariadas "inactivas, desorganizadas y poco solidarias". CGT insiste: la lucha, la desobediencia de las clases asalariadas, es el único camino para una vida digna para todos y todas.
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