viernes, 30 de diciembre de 2011

La brújula

Se acerca el fin de 2011 y también agoniza la rebelión de la Educación Pública contra sus defenestradores. Agoniza en coma casi irreversible y muy probablemente en la cama de un hospital construido con fondos públicos y gestionado por manos privadas. Sí, amigos, tan solo es necesario un bando del tipo "Cautiva y desarmada la Escuela Pública, las hordas esperancistas han doblegado los últimos objetivos educativos…", algo así, para poner colofón a estos meses de ilusiones y frustraciones.

El 2011 se sitúa entre los 233mil y pico de euros que Cospedal se llevó a la saca propia en diferentes sueldos derivados de su función pública en 2010 y los 147mil y pico que se embolsará el amigo Zapatero en dos salarios durante el año venidero, a cual más sangrante. La una está dejando en bragas a los castellanos y el otro nos regaló una herencia de casi cinco millones de parados.

Termina, pues, el conflicto educativo y quería compartir con alguien aparte de la almohada mi particular visión de lo que fue este periplo, haciendo un símil fácilmente inteligible hasta para Lucía Figar. Pongamos que la sociedad española es un mar, piélago en crisis, océano de desesperanzas (ya quisiéramos) sobre el que navega una inmensa nave de personas de edad complicada: nuestros alumnos. El rumbo del barco puede dirigirse a cuatro puntos cardinales.

El primero (sitúenlo donde quieran) es la administración, empeñada en desmantelar lo público favoreciendo lo privado. El que no quiera ver esto, o es tonto o es más ingenuo que yo cuando pensaba que podíamos ganar. Ataque, negación, enfado e indiferencia. Hacemos unos recortes a lo bestia, mentimos diciendo que no los ha habido, insultamos, sancionamos y expedientamos a los más llamativos y finalmente pasamos de ellos. Ya me imagino a Aguirre desde el despacho o el palacio donde duerme, mirando la tele, viendo de pasada una camiseta verde y sonriendo maledicente en plan Joaquín Reyes: "Son mu bonicos, pero mu tonticos también". Y es que no hay peor desprecio que no hacer aprecio, y para ellos hemos sido alivio de su arcas y motivo de sus chanzas.

El segundo punto cardinal somos nosotros, parte agredida y levantada en armas contra el invasor. Aunque las fuerzas han sido escasas y el contingente no tan numeroso como parecía en un principio. Y es que ya lo explicaban en una simpática frase Faemino y Cansado: "Una cosa es la amistad y otra cosa es el dinero. La amistad te la puedes meter por el culo, pero el dinero –por favor- devuélvelo". Y es que nos tocan los euros y nos ponemos malos. Nos han recortado el sueldo, nos han cambiado los horarios, nos han empeorado las condiciones laborales y somos tan borregos y tan serviles que no somos capaces de montar una huelga en condiciones cuyas consecuencias se equiparen al bofetón recibido. Frases oídas entre mis compañeros son "Estos recortes no afectan a la calidad de la enseñanza", "A mí no me importa dar afines. Yo me siento preparado" o "Esta es una huelga política". Yo lo respeto, pero de ahí a compartirlo… años luz.

El tercer destino al que mirar pasaba por los padres y madres. Y aquí he de decir que los que se lo han currado, son dignos de un premio a camino entre el Nobel y el Cervantes. De chapeau. Pero díganme, sin mentir, qué porcentaje está involucrado en cada centro. En el mío, de 640 alumnos, no pasaron de 80 los asistentes a las asambleas que convocamos en septiembre y en noviembre. Echen cuentas y verán qué desastre. Gracias mil, repito, a todos los comprometidos pero sin los progenitores no podemos ganar. Y con más de un 80% haciendo dejación es imposible.

El cuarto, y último, objetivo de nuestro catalejo son los sindicatos. Subvencionados. Mayoritarios. Con sus banderitas y banderolas. Con sus encuestas y propuestas. Con sus afiliados y liberados. Han conseguido mojar la pólvora, oxidar los arcabuces y matar la movilización a base de asambleas, discursos y unidad sindical. Y vendrán pidiendo (con el marianazo) huelga general, manifestaciones multitudinarias y cohesión de la clase trabajadora. Qué cansancio, pardiez.

Ya sabemos hacia cuál de los cuatro destinos se dirige la nao. El timón lo ha tomado Lucía Figar camino a las costas de Esperanzalandia (perdón, Hopeland, que somos bilingües) en el continente Mariano. Es lo que hemos votado. ¿Podemos quejarnos?.

Ahora llega la hostia colectiva, los recortes a los trabajadores, menos sueldo, más trabajo, peor sanidad, peor educación; excepto para los de siempre: especuladores financieros, banqueros y políticos de alto standing. ¿Algún mandamás ha propuesto la desaparición del Senado o las Diputaciones, la imposibilidad de que ellos mismos cobren más de un sueldo, la desaparición de la monarquía, la equidad en el voto de todos los españoles, el fin de la impunidad para toda esa manada de lobos que se está comiendo a los corderos?.

Nosotros tenemos el poder, pero no lo ejercemos. Los bomberos, los conductores de metro y autobús, los jueces, los enfermeros. Nosotros elegimos a nuestros propios verdugos. Los profesores, los médicos, los administrativos, los policías. Nosotros somos capaces de paralizar el país. El pequeño y medio comercio, los fiscales, los que controlan el tráfico, los empleados de correos. Nosotros estamos al mando. Los de mantenimiento, los informáticos, los limpiadores, los que hacemos bien nuestro trabajo y cada vez nos lo ponen más difícil.

No falta dinero, falta vergüenza. No falta unidad, sobra miedo. No falta justicia, sino la capacidad de exigirla.

Cuando alguien diga que hay que protestar, recordemos dos conflictos: El del Metro y el de la Educación. Los conductores ganaron. Los profesores perdimos. En la Comunidad de Madrid sólo hay una manera de vencer: HUELGA INDEFINIDA. O esto, o nada. Todo lo demás es folklore. Y moda otoño-invierno. Verde.

JJJiménez (profesor de Plástica del IES Dolores Ibárruri - Madrid)

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