Lo más peligroso de estas personas, como advierte el psicólogo Albert J. Bernstein, autor de Vampiros emocionales (Edaf), es que nos roban la energía y apenas nos dejan respirar sin que ni siquiera nos demos cuenta. Y es que son expertos en entablar relaciones hiperabsorbentes y maestros del arte de intoxicar, como su propio nombre indica. Por tanto, no es fácil identificarlos a primera vista, y muchas veces no reparamos en su personalidad hasta que comprobamos que después de estar con ellos siempre se repiten las mismas sensaciones negativas: agotamiento, frustración, estrés o alivio por estar solos.
En muchas ocasiones, somos nosotros mismos los que nos autoengañamos negando que sean 'vampiros emocionales' porque se trata de nuestra pareja, de un familiar o un amigo. "Será cosa mía" o "puede ser mi culpa" son pensamientos que no hacen más que prolongar una relación insana. Tanto, como para que los demás te pierdan el respeto, se aprovechen de ti y abusen de tu confianza.
La fábrica moderna del 'homo manipulador'
El psicoanalista y divulgador francés Dominique Barbier explica en La fabrique de l’homme pervers (Odile Jacob) por qué vivimos en un contexto propicio para la propagación de este tipo de personalidades tóxicas. Una incipiente ola de neomaquiavelismo a la que es preciso poner freno para, al menos, ganarse el aprecio y el respeto de quien nos rodea (aquí puede consultar otro artículo con las claves para conseguir que los demás te respeten).
"Las personalidades tóxicas también son contagiosas y contribuyen a que se generalice una especie de paranoia social", explica Barbier. Tal como apuntaba en una entrevista a El Confidencial la psiquiatra y psicoanalista Marie-France Hirigoyen, madre del término 'acoso moral': "Para triunfar en la vida hay que ser un buen manipulador". Por tanto, acabamos utilizándonos los unos a los otros como si fuésemos las piezas de un tablero que, cuando dejan de servir a nuestros fines, simplemente dejamos de lado. Para evitar llegar a este punto, Barbier ofrece una serie de indicios, a modo de decálogo, para identificar y reconocer a las personas tóxicas a primera vista.
1. Los amigos tóxicos tienen una gran capacidad psicológica, adivinan los temores y fantasmas de sus presas para saber cómo seducir a sus víctimas. Primero nos hacen creer que, con ellos, todo es posible, para luego manipularnos a su antojo. Como buenos manipuladores que son, saben adaptar su comportamiento, pero también sus principios y valores, en función de sus víctimas.
2. Saben darle la vuelta a una situación con mucha habilidad, llegando a presentarse como víctimas cuando en realidad son verdugos. Se trata de una falsa victimización, con el objetivo de seducir y limpiar el terreno para servirse de los demás cuando lo necesiten.
3. Son expertos en deformar la realidad mediante las mentiras parciales y el juego del doble lenguaje, puesto que controlar el discurso es una forma de controlar el pensamiento. Pueden mezclar insultos y halagos amables en la misma frase sin apenas inmutarse.
4. Son como depredadores, vampiros que no respetan la autonomía de los demás y les imponen sus propios criterios. Si al estar con ellos, una y otra vez nos sentimos cansados mentalmente, entonces debemos tomar nota porque es una alarma de que estamos siendo intoxicados.
5. No tienen principios o estos varían en función de sus objetivos o contexto y tratan de que los demás se alejen de su particular escala de valores.
6. Son impermeables a la culpabilidad y logran que seamos nosotros quienes nos sintamos mal.
7. Son excelentes estrategas, pacientes y constantes hasta que consiguen sus objetivos, pero poco creativos.
8. Les gusta sembrar la duda sobre las cualidades y las competencias de los demás para descalificarlos y eliminar su autoestima.
9. Esconden una incoherencia entre su discurso y su comportamiento: por un lado se llena la boca con propuestas altruistas, mientras que luego actúan sólo en base a su interés personal.
10. Los tabúes morales no existen para los "buenos intoxicadores", puesto que conciben a los demás no como una persona digna de respeto o compasión, sino sólo como un objeto más o menos útil.
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