Un país puede, y en ocasiones debe suspender pagos por razones de fuerza mayor, verdadera "razón de Estado" caso de existir tal cosa, si el grado de exigencia de su cumplimiento ocasiona un sacrificio intolerable para la colectividad. A veces la suspensión de pagos es la forma menos dañina de evitar el numantinismo social. No estamos -contra lo que nos quieren hacer creer nuestras instituciones, los gobiernos que dicen representarnos, los expertos que no supieron prever la crisis porque estaban en la pomada y los medios de comunicación que fiaban la superchería del tinglado depredador- ante un caso de deshonestidad del pueblo griego, de súbito holgazán y genéticamente perverso. Estamos, por el contrario, ante otro episodio de expolio a escala global del mundo de los negocios y en especial de la banca de casino. Una banca que con su avidez originó la crisis y que de nuevo ahora pide que nos inmolemos en su beneficio.
Llueve sobre mojado. Aunque el terremoto económico que se anuncia devaste Atenas, su epicentro está en un sistema financiero que, con el aval y la complicidad de los dirigentes estatales, quiso lucrarse a costa del mal ajeno comprando deuda soberana de Grecia al 6% de interés con el dinero prestado por el Banco Central Europeo (dinero público de todos los europeos, incluidos los ciudadanos griegos) al 1%. La fórmula del éxito caníbal era socializar las pérdidas, privatizar las ganancias y secuestrar la soberanía popular
Por eso no hay que tener miedo ante las noticias que amenazan con la posibilidad de impago de pensiones y sueldos de funcionarios. Estamos curados de espanto y ya nos conocemos todos. Es la hora de cambiar las tornas: En el futuro hay que socializar los beneficios y privatizar las pérdidas. Como asegura el artículo 128 de la vigente constitución "toda la riqueza nacional, en sus distintas formas y sea cual sea su titularidad, está subordinada al interés general". A veces es preciso que muera un solo hombre para salvar un pueblo, pero jamás todo un pueblo debe morir para salvar a un único hombre. Y además aquí la humanidad brilla por su ausencia.
¡No nos representan!
Rafael Cid
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