En Boston, los negreros la pusieron en venta:
¡Tiene siete años! ¡Será una buena yegua!Fue palpada, desnuda, por muchas manos.
A los trece años, ya escribía poemas en una lengua que no era la suya. Nadie creía que ella fuera la autora.
A los veinte años, Phillis fue interrogada por un tribunal de dieciocho ilustrados caballeros con toga y peluca. Tuvo que recitar textos de Virgilio y Milton y algunos pasajes de la Biblia, y también tuvo que jurar que los poemas que había escrito no eran plagiados.
Desde una silla, rindió su largo examen, hasta que el tribunal la aceptó: era mujer, era negra, era esclava, pero era poeta.
La poeta (Eduardo Galeano)
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