Durante una marcha racista, un niño vestido con el uniforme ceremonial del Ku Klux Klan se acercó a un policía afroamericano, tocó el escudo y le sonrió. Inmediatamente su madre fue por él, lo tomó en brazos y dirigió una mirada de desprecio al policía. Mientras se alejaba el niño volvió a sonreír y se despidió del hombre.
Esta foto inmortalizó una gran lección: Nadie nace odiando, los niños no conocen el odio... eso lo aprenden de sus padres.
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