AVISO: Este Blog es antifascista, por lo que no se admiten comentarios fascistas. Ahora bien podríamos hacer una excepción si el comentario no fuera anónimo (más que nada por saber si es el Bocscovita el autor de los comentarios). ¡Salud y Anarkia!
En relación con esta cuestión reproduzco parte de un texto que ha publicado un conocido personaje de la cultura:
A mi parecer, la crítica a la labor de los gobernantes en democracia, sean de izquierdas o de derechas, debe ser hecha con tanta mesura como firmeza. Si no, la democracia no se sostiene. El comentario reproducido más abajo no trata de las ideas o la gestión de Pablo Iglesias e Irene Montero, sino del acoso personal y familiar sistemático que los dos políticos electos están sufriendo, sin otra razón que su presencia en el gobierno, mientras se consienten o se justifican habitualmente la corrupción y los abusos de otros gobernantes o representantes del Estado.
Sin entrar a discutir aquí sus ideas, su gestión o su estilo de comunicación, cosa que requiere reflexión cuidadosa, quisiera subrayar lo que ambos políticos representan: pertenecen a una generación de hijos de la clase trabajadora que han accedido a la formación superior, a la gestión pública y finalmente, por elección democrática, al gobierno de la Nación. Es un hecho histórico de gran relevancia que debiera ser motivo de orgullo por encima de diferencias ideológicas. Merecen respeto sin quedar por ello exentos de la crítica severa cuando sea preciso.
Pero tratar de justificar el acoso personal y el odio confundiendo razones, mentiras, montajes y chismorreos no es ejercer la crítica democrática, sino cosa bien distinta. Si a la vez exculpa los abusos endémicos de los oligarcas, la opinión furibunda que hoy llena las redes tiene otro nombre: es fanatismo servil, que últimamente se ha organizado a nivel internacional para frenar a toda costa cualquier causa de interés comunitario y defender a ultranza el autoritarismo confesional aliado al poder financiero.
AVISO:
ResponderEliminarEste Blog es antifascista, por lo que no se admiten comentarios fascistas.
Ahora bien podríamos hacer una excepción si el comentario no fuera anónimo (más que nada por saber si es el Bocscovita el autor de los comentarios).
¡Salud y Anarkia!
Seguimos sin saber si eres el Bocscovita o no... de la derechita cobarde se ve que sí que eres.
EliminarEn relación con esta cuestión reproduzco parte de un texto que ha publicado un conocido personaje de la cultura:
ResponderEliminarA mi parecer, la crítica a la labor de los gobernantes en democracia, sean de izquierdas o de derechas, debe ser hecha con tanta mesura como firmeza. Si no, la democracia no se sostiene. El comentario reproducido más abajo no trata de las ideas o la gestión de Pablo Iglesias e Irene Montero, sino del acoso personal y familiar sistemático que los dos políticos electos están sufriendo, sin otra razón que su presencia en el gobierno, mientras se consienten o se justifican habitualmente la corrupción y los abusos de otros gobernantes o representantes del Estado.
Sin entrar a discutir aquí sus ideas, su gestión o su estilo de comunicación, cosa que requiere reflexión cuidadosa, quisiera subrayar lo que ambos políticos representan: pertenecen a una generación de hijos de la clase trabajadora que han accedido a la formación superior, a la gestión pública y finalmente, por elección democrática, al gobierno de la Nación. Es un hecho histórico de gran relevancia que debiera ser motivo de orgullo por encima de diferencias ideológicas. Merecen respeto sin quedar por ello exentos de la crítica severa cuando sea preciso.
Pero tratar de justificar el acoso personal y el odio confundiendo razones, mentiras, montajes y chismorreos no es ejercer la crítica democrática, sino cosa bien distinta. Si a la vez exculpa los abusos endémicos de los oligarcas, la opinión furibunda que hoy llena las redes tiene otro nombre: es fanatismo servil, que últimamente se ha organizado a nivel internacional para frenar a toda costa cualquier causa de interés comunitario y defender a ultranza el autoritarismo confesional aliado al poder financiero.